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Selección de Relatos

La ganga

La ganga

 Truman Capote Varias cosas de su marido irritaban a la señora Chase. Por ejemplo, su voz: siempre sonaba como si estuviera apostando en un juego de póquer. Escuchar su pronunciación lenta e indiferente la exasperaba, sobre todo ahora que, hablando con él por...

Personajes

Personajes

Truman Capote Ella: ¡Hihoputa! ¿Qué quieres desí con eso de guardarme el pan? Yo no me he guardao ningún pan. ¡Hihoputa! Él: Calla, muhé. Te he visto. He llevado la cuenta. Tres tipos. Lo que suma sesenta machacantes. Me tienes que da treinta. Ella: Maldito seas,...

Las tres leyes de la robótica

Las tres leyes de la robótica

Isaac Asimov Ley número 1: Ningún robot causará daño a un ser humano o permitirá, con su inacción, que un ser humano resulte dañado. Ley número 2: Todo robot obedecerá las órdenes recibidas de los seres humanos, excepto cuando esas órdenes puedan entrar en...

La sonrisa del cyborg

La sonrisa del cyborg

Isaac Asimov Johnson estaba rememorando del modo en que lo hacen los viejos y me habían advertido de que hablaría acerca de los cyborg -esas personas que cruzaron velozmente la escena de los negocios a comienzos de este siglo XXI nuestro. Aun así, había tomado una...

El mejor amigo de un muchacho

El mejor amigo de un muchacho

Isaac Asimov -Querida, ¿dónde está Jimmy? -preguntó el señor Anderson. -Afuera, en el cráter -dijo la señora Anderson-. No te preocupes por él. Está con Robutt… ¿Ha llegado ya? -Sí. Está pasando las pruebas en la estación de cohetes. Te juro que me ha costado mucho...

Asnos estúpidos

Asnos estúpidos

Isaac Asimov Naron, de la longeva raza rigeliana, era el cuarto de su estirpe que llevaba los anales galácticos. Tenía en su poder el gran libro que contenía la lista de las numerosas razas de todas las galaxias que habían adquirido el don de la inteligencia, y el...

Una reputación

Una reputación

Juan José Arreola La cortesía no es mi fuerte. En los autobuses suelo disimular esta carencia con la lectura o el abatimiento. Pero hoy me levanté de mi asiento automáticamente, ante una mujer que estaba de pie, con un vago aspecto de ángel anunciador. La dama...

Una mujer amaestrada

Una mujer amaestrada

Juan José Arreola Hoy me detuve a contemplar este curioso espectáculo: en una plaza de las afueras, un saltimbanqui polvoriento exhibía una mujer amaestrada. Aunque la función se daba a ras del suelo y en plena calle, el hombre concedía la mayor importancia al círculo...

Una de dos

Una de dos

Juan José Arreola Yo también he luchado con el ángel. Desdichadamente para mí, el ángel era un personaje fuerte, maduro y repulsivo, con bata de boxeador. Poco antes habíamos estado vomitando, cada uno por su lado, en el cuarto de baño. Porque el banquete, más bien la...

Un pacto con el diablo

Un pacto con el diablo

Juan José Arreola Aunque me di prisa y llegué al cine corriendo, la película había comenzado. En el salón oscuro traté de encontrar un sitio. Quedé junto a un hombre de aspecto distinguido. -Perdone usted -le dije-, ¿no podría contarme brevemente lo que ha ocurrido en...

Topos

Topos

Juan José Arreola Después de una larga experiencia, los agricultores llegaron a la conclusión de que la única arma eficaz contra el topo es el agujero. Hay que atrapar al enemigo en su propio sistema. En la lucha contra el topo se usan ahora unos agujeros que alcanzan...

Teoría de Dulcinea

Teoría de Dulcinea

Juan José Arreola En un lugar solitario cuyo nombre no viene al caso hubo un hombre que se pasó la vida eludiendo a la mujer concreta. Prefirió el goce manual de la lectura, y se congratulaba eficazmente cada vez que un caballero andante embestía a fondo uno de esos...

Sinesio de Rodas

Sinesio de Rodas

Juan José Arreola Las páginas abrumadoras de la Patrología griega de Paul Migne han sepultado la memoria frágil de Sinesio de Rodas, que proclamó el imperio terrestre de los ángeles del azar. Con su habitual exageración, Orígenes dio a los ángeles una importancia...

Pueblerina

Pueblerina

Juan José Arreola Al volver la cabeza sobre el lado derecho para dormir el último, breve y delgado sueño de la mañana, don Fulgencio tuvo que hacer un gran esfuerzo y empitonó la almohada. Abrió los ojos. Lo que hasta entonces fue una blanda sospecha, se volvió...

Parábola del trueque

Parábola del trueque

Juan José Arreola Al grito de «¡Cambio esposas viejas por nuevas!» el mercader recorrió las calles del pueblo arrastrando su convoy de pintados carromatos. Las transacciones fueron muy rápidas, a base de unos precios inexorablemente fijos. Los interesados recibieron...

Parturient montes

Parturient montes

Juan José Arreola ...nascetur ridiculas mus. -Horacio, Ad Pisones, 139. Entre amigos y enemigos se difundió la noticia de que yo sabía una nueva versión del parto de los montes. En todas partes me han pedido que la refiriera, dando muestras de una expectación que...

Nabónides

Nabónides

Juan José Arreola El propósito original de Nabónides, según el profesor Rabsolom, era simplemente restaurar los tesoros arqueológicos de Babilonia. Había visto con tristeza las gastadas piedras de los santuarios, las borrosas estelas de los héroes y los sellos...

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